
Vamos a seguir un trozo del PR-CV 27 que une las poblaciones de Agres y Cocentanina. La ascensión comienza por un barranco muy poblado de arbolado, con un entorno muy verde, hasta que el camino comienza con zigzags para aliviar la empinada subida que se nos viene encima.
Todo el paisaje es precioso. La senda es ancha y está muy bien marcada debido a que esta ruta es muy transitada. Es impresionante la cantidad de agua que rezuma de entre las rocas, creando preciosos mantos de musgo por donde miramos. Todo el entorno es muy bello.
Sin mas dilación continuamos la marcha hacia el Montcabrer, ahora reponiendo fuerzas y cogiendo todo el aire que hemos dejado en la ascensión.
Pasamos junto a un depósito de agua preparado para la lucha contra incendios, con sus típicas balizas amarillas para ayudar al helicóptero en su tarea de cargar agua.

Y a los pocos metros, de repente, aparece ante nosotros, con toda su majestuosidad, el Montcabrer. Aprovechamos para hacernos una foto y entre risas comentamos lo que todavía nos queda.
Cuando estamos a falta de unos cien metros de altitud para cambiar a la vertiente que da a medio día, la senda se hace mas estrecha y la vista de la pendiente por donde ascendemos se hace mucho mas pronunciada, apareciendo el amigo vértigo que hace mella en la cabeza de Lafuente, aunque poniendo todo su empeño continua hacia adelante hasta conquistar un pequeño rellano donde nos encontramos una fuente, que gota a gota y entre el musgo aflora todo el agua que la sierra lleva en sus venas.
Un poco mas adelante conseguimos dar la vuelta a la otra vertiente, donde ya vuelve a verse terreno en abundancia y el vértigo desaparece igual que apareció.

Afrontamos la última cuesta y nos topamos con dos jóvenes que van de regreso hacia Alcoy, de donde habían salido esa mañana, y faltanto unos cincuenta metros para llegar a la cima salieron a saludarnos sus habitantes y propietarios, que con mucha generosidad nos dejaron llegar al mojón de la cumbre en la cual, como siempre, nos fotografiamos para dar fe de la gesta conseguida.
Al desenvolver el papel de aluminio del bocata, sonido que se ve es muy familiar a los habitantes del lugar, comenzó el mayor esfuerzo que tuvo que hacer Lafuente de toda la ruta.

El esfuerzo fue titánico ya que tuvo que hacer todo tipo de posturas para comerse su almuerzo mientras intentaba evitar quedarse en ayunas. Plantado y sin parar de moverse, cuando se giraba a la derecha, ahí estaban esperándolo para lanzarle un bocado a su preciado entrepán, y si el giro era hacia el lado contrario, por arte de mágia ocurría lo mismo.
Las vistas son impresionantes. Ésta es la tercera cumbre mas alta de la provincia, lo que te deja un campo de visión espectacular. Vemos frente a nosotros vemos la cumbre de Aitana, el Menejador, e incluso distinguimos el Santuario de la Font Roja.
Dejamos la cumbre y nos encaminamos a la bajada. Decidimos acortar la ruta prevista, ya que se nos venía el tiempo encima, así que atajamos por una senda diferente a la que teníamos prevista, y por este camino nos encontramos con una pareja de bomberos forestales motorizados, los cuales nos saludaron y nos estuvieron comentando que estaban reconociendo el terreno en previsión de incendios.

Afrontamos con decisión las últimas y empinadas cuestas hasta llegar a un gran nevero que actualmente están restaurando.
Es de admirar tanto su construcción como el trabajo que están realizando para poner en valor estas construcciones.
Al santuario no pudimos aceder, ya que el recinto estaba cerrado. No sabemos si está habitado o solo se abre para celebraciones especiales. Así que proseguimos nuestro camino tranquilamente.
Y de repente, junto al Santuario, allí estaba, llamándonos con sus claras aguas, y como también es tradición, nos lanzamos de cabeza a refrescarnos en una magnífica fuente de dos caños.
Ahora con los ánimos mucho mas frescos retomanos el camino hacia el coche, no sin antes pasar por el horno del pueblo.
Segunda parte de la primera anécdota: al entrar al horno no vemos ese típico pan de pueblo, redondo, crujiente, hermoso, que pensábamos comprar. Lo cual nos decepción de entrada, pero la dependienta nos ofreción unas barras gallegas que decía habian hecho ellos en el horno. Al no haber otra cosa y decirnos que estaban hechas por ellos mismos, decidimos comprar una cada uno y unos rollitos de almendra que no es que tuvieran muy buena pinta, pero al menos eran de allí y no gallegos. Después de llegar a Elche para hacernos la tan apetecida rubia bien fresquita nos fuimos cada uno a su nido para comer. Ya con el café probamos los rollos, y la verdad es que estaban buenísimos, pero la sopresa llegó por la noche al cenar, ya que la gallega era peor que las baguettes esas precocinadas que no saben a nada y están chiclosas.
Sin duda todo un día lleno de emociones ¡¡¡
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