sábado, 7 de noviembre de 2015

Agres - Montcabrer

    Hoy vamos a subir al Montcabrer desde Agres, una bonita población a pie de la montaña, con sus consabidas calles en cuesta, muy bonito para verlo pero se nos hace difícil pensar en vivir el día a día en una población así. Suponemos que los niños no pueden jugar al futbol en las calles...

    Primera anécdota: mientras nos equipamos junto al coche vimos al responsable del Hotel Mariola recoger el pan para su restaurante, y al verlo pensamos "uf, pan casero de horno de pueblo, pues a la vuelta compramos para llevar a casa". Después de este comentario y con una olor a horno de pueblo increible, nos ponemos en marcha encaminados por dentro de la población en busca del Santuario, desde donde comenzaremos tras rodearlo.


    Vamos a seguir un trozo del PR-CV 27 que une las poblaciones de Agres y Cocentanina. La ascensión comienza por un barranco muy poblado de arbolado, con un entorno muy verde, hasta que el camino comienza con zigzags para aliviar la empinada subida que se nos viene encima.

 
    Todo el paisaje es precioso. La senda es ancha y está muy bien marcada debido a que esta ruta es muy transitada. Es impresionante la cantidad de agua que rezuma de entre las rocas, creando preciosos mantos de musgo por donde miramos. Todo el entorno es muy bello.

    Al poco llegamos al final del primer tramo de subida, donde se encuentra un refugio de montaña, propiedad del Centro Excursionista de Alcoy, donde charlamos con algunos jóvenes que han pasado la noche en él.

    Sin mas dilación continuamos la marcha hacia el Montcabrer, ahora reponiendo fuerzas y cogiendo todo el aire que hemos dejado en la ascensión.

    Pasamos junto a un depósito de agua preparado para la lucha contra incendios, con sus típicas balizas amarillas para ayudar al helicóptero en su tarea de cargar agua.


    Y a los pocos metros, de repente, aparece ante nosotros, con toda su majestuosidad, el Montcabrer. Aprovechamos para hacernos una foto y entre risas comentamos lo que todavía nos queda.

    Seguimos adelante y nos encontramos el enlace a un GR, y al poco un buzón con su consabido libro de firmas. En este punto nos cruzamos con unos senderistas que bajan de la cumbre y les preguntamos si están los habitantes de la cima visibles, a lo que entre risas nos contestan que están arriba esperando a que lleguemos para darles el almuerzo.


    Cuando estamos a falta de unos cien metros de altitud para cambiar a la vertiente que da a medio día, la senda se hace mas estrecha y la vista de la pendiente por donde ascendemos se hace mucho mas pronunciada, apareciendo el amigo vértigo que hace mella en la cabeza de Lafuente, aunque poniendo todo su empeño continua hacia adelante hasta conquistar un pequeño rellano donde nos encontramos una fuente, que gota a gota y entre el musgo aflora todo el agua que la sierra lleva en sus venas.

    Un poco mas adelante conseguimos dar la vuelta a la otra vertiente, donde ya vuelve a verse terreno en abundancia y el vértigo desaparece igual que apareció.


    Afrontamos la última cuesta y nos topamos con dos jóvenes que van de regreso hacia Alcoy, de donde habían salido esa mañana, y faltanto unos cincuenta metros para llegar a la cima salieron a saludarnos sus habitantes y propietarios, que con mucha generosidad nos dejaron llegar al mojón de la cumbre en la cual, como siempre, nos fotografiamos para dar fe de la gesta conseguida.

    Tras inmortalizar nuestro momento damos comienzo con el almuerzo, donde nos ocurre la segunda anécdota del día.

    Al desenvolver el papel de aluminio del bocata, sonido que se ve es muy familiar a los habitantes del lugar, comenzó el mayor esfuerzo que tuvo que hacer Lafuente de toda la ruta.


    El esfuerzo fue titánico ya que tuvo que hacer todo tipo de posturas para comerse su almuerzo mientras intentaba evitar quedarse en ayunas. Plantado y sin parar de moverse, cuando se giraba a la derecha, ahí estaban esperándolo para lanzarle un bocado a su preciado entrepán, y si el giro era hacia el lado contrario, por arte de mágia ocurría lo mismo.

    Menudo periplo pasó hasta dar por terminado el almuerzo, mas por aburrimiento que por estar ya satisfecho.

    Las vistas son impresionantes. Ésta es la tercera cumbre mas alta de la provincia, lo que te deja un campo de visión espectacular. Vemos frente a nosotros vemos la cumbre de Aitana, el Menejador, e incluso distinguimos el Santuario de la Font Roja.

    Dejamos la cumbre y nos encaminamos a la bajada. Decidimos acortar la ruta prevista, ya que se nos venía el tiempo encima, así que atajamos por una senda diferente a la que teníamos prevista, y por este camino nos encontramos con una pareja de bomberos forestales motorizados, los cuales nos saludaron y nos estuvieron comentando que estaban reconociendo el terreno en previsión de incendios.

   Los dejamos muy contentos al ver la gran labor que desempeñan y sin darnos cuenta comenzamos la última ascensión que haríamos en el día.

    Afrontamos con decisión las últimas y empinadas cuestas hasta llegar a un gran nevero que actualmente están restaurando.

    Es de admirar tanto su construcción como el trabajo que están realizando para poner en valor estas construcciones.
    Acabada la visita, y tras pasar nuevamente por el refugio, seguimos por el mismo camino que subimos anteriormente.

    Al santuario no pudimos aceder, ya que el recinto estaba cerrado.  No sabemos si está habitado o solo se abre para celebraciones especiales. Así que proseguimos nuestro camino tranquilamente.

    Y de repente, junto al Santuario, allí estaba, llamándonos con sus claras aguas, y como también es tradición, nos lanzamos de cabeza a refrescarnos en una magnífica fuente de dos caños.

    Ahora con los ánimos mucho mas frescos retomanos el camino hacia el coche, no sin antes pasar por el horno del pueblo.

    Segunda parte de la primera anécdota: al entrar al horno no vemos ese típico pan de pueblo, redondo, crujiente, hermoso, que pensábamos comprar. Lo cual nos decepción de entrada, pero la dependienta nos ofreción unas barras gallegas que decía habian hecho ellos en el horno. Al no haber otra cosa y decirnos que estaban hechas por ellos mismos, decidimos comprar una cada uno y unos rollitos de almendra que no es que tuvieran muy buena pinta, pero al menos eran de allí y no gallegos. Después de llegar a Elche para hacernos la tan apetecida rubia bien fresquita nos fuimos cada uno a su nido para comer. Ya con el café probamos los rollos, y la verdad es que estaban buenísimos, pero la sopresa llegó por la noche al cenar, ya que la gallega era peor que las baguettes esas precocinadas que no saben a nada y están chiclosas.

    Sin duda todo un día lleno de emociones ¡¡¡


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